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jueves, 4 de octubre de 2012

Una historia de amor IV



Días...increíbles

 

Era el tercer día y éstos cada vez eran más cortos, demasiado cortos, la felicidad, estaba en el ambiente, todo eran preguntas, preguntas nerviosas, miradas pícaras, sonrisas; respuestas entremezcladas con saliva, besos, cariño y mucha complicidad. Las noches, eran sencillamente maravillosas.
Como cada día, él madrugaba y hacía lo mismo, el café, las tostadas, el zumo, miraba un ratito por la ventana y luego se acercaba a la cama donde ella dormía plácidamente, la miraba y volvía a mirar. Hablaba con ella, le contaba esos planes de futuro, esos sueños que quería compartir con ella.
Ella al notar el aroma del café, que invadía toda la casa, se despertaba y mirándolo a los ojos le exigía ese beso, el primer beso del día. Venga dormilona, arriba que tenemos muchas cosas que ver y el tiempo vuela.
Desayunaron en aquella mesita, contemplando el parque, veían pasar a la gente que ya empezaba a ir de aquí para allá y entre sorbo y sorbo, esa mirada, ese gesto, ese anhelo de que esto no se acabe nunca.
Luego una ducha larga, abrazos, amor, pasión, cariño, pero ninguna palabra, no hacía falta.
Cuando estuvieron listos, salieron  dar un pequeño paseo por el parque cercano con los perros. Jugaron con ellos, los hacían correr detrás de aquella pelotita roja. Risas, miradas y besos. Luego, regresaron a casa, dejaron a los perros listos, con comida y agua para todo el día, sabían que regresarían tarde.
Con una mochila para los dos, dentro todo lo necesario, partieron a conocer aquella ciudad, que tantas veces recorrió en el Google Eath.
De la mano de la persona que ocupaba enteramente su corazón iba a empaparse de todo, de los rincones turísticos, museos, de ella.
Nervioso y tranquilo a la vez, la iba escuchando, atendía a todas las explicaciones que ella le iba dando con ese hablar meloso típico de ellos, escuchaba esas pequeñas cosas que a veces no vienen en las guías de viajes, (las guías de viaje no besan),  el no necesitaba más.
Quería conocer esa ciudad. Visitaron Valle grande, con su embalse, las Termas del Cerro Bola y el cañón del rio Atuel, luego comieron en el hotel Valle Grande, un sitio increíble, precioso al que prometieron volver.
Antes de ir a casa y ya de regreso en San Rafael, dieron un pequeño paseo por la ciudad, sus calles, su gente, la Plaza del Emigrante, el Parque Hipólito Yrigoyen o el Parque Mariano Moreno, que tiene un pequeño zoológico y un lago artificial donde se encuentra la gruta de la Virgen de Lourdes y se sentaron a descansar un ratito en un banco de la plaza de San Martin, ya era de noche y estaba preciosa.
Era tarde cuando llegaron a casa, al abrir la puerta, los perros los recibieron con la normal alegría de estos. Dejaron la mochila y las cosas y salieron a dar un paseo. Cogidos de la mano él le pregunto ¿mañana a que otro paraíso me llevas?

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