Días...increíbles
Era el tercer día y éstos cada vez eran más
cortos, demasiado cortos, la felicidad, estaba en el ambiente, todo eran
preguntas, preguntas nerviosas, miradas pícaras, sonrisas; respuestas
entremezcladas con saliva, besos, cariño y mucha complicidad. Las noches, eran sencillamente
maravillosas.
Como cada día, él madrugaba y hacía lo mismo, el
café, las tostadas, el zumo, miraba un ratito por la ventana y luego se
acercaba a la cama donde ella dormía plácidamente, la miraba y volvía a mirar.
Hablaba con ella, le contaba esos planes de futuro, esos sueños que quería
compartir con ella.
Ella al notar el aroma del café, que invadía toda
la casa, se despertaba y mirándolo a los ojos le exigía ese beso, el primer
beso del día. Venga dormilona, arriba que tenemos muchas cosas que ver y el
tiempo vuela.
Desayunaron en aquella mesita, contemplando el
parque, veían pasar a la gente que ya empezaba a ir de aquí para allá y entre
sorbo y sorbo, esa mirada, ese gesto, ese anhelo de que esto no se acabe nunca.
Luego una ducha larga, abrazos, amor, pasión, cariño, pero
ninguna palabra, no hacía falta.
Cuando
estuvieron listos, salieron dar un
pequeño paseo por el parque cercano con los perros. Jugaron con ellos, los
hacían correr detrás de aquella pelotita roja. Risas, miradas y besos. Luego,
regresaron a casa, dejaron a los perros listos, con comida y agua para todo el día,
sabían que regresarían tarde.
Con
una mochila para los dos, dentro todo lo necesario, partieron a conocer aquella
ciudad, que tantas veces recorrió en el Google Eath.
De
la mano de la persona que ocupaba enteramente su corazón iba a empaparse de
todo, de los rincones turísticos, museos, de ella.
Nervioso
y tranquilo a la vez, la iba escuchando, atendía a todas las explicaciones que
ella le iba dando con ese hablar meloso típico de ellos, escuchaba esas pequeñas
cosas que a veces no vienen en las guías de viajes, (las guías de viaje no
besan), el no necesitaba más.
Quería
conocer esa ciudad. Visitaron Valle grande, con su embalse, las
Termas
del Cerro Bola y
el cañón del rio Atuel, luego comieron en el hotel Valle Grande, un sitio
increíble, precioso al que prometieron volver.
Antes
de ir a casa y ya de regreso en San Rafael, dieron un pequeño paseo por la
ciudad, sus calles, su gente, la Plaza del Emigrante, el Parque
Hipólito Yrigoyen o el Parque Mariano Moreno, que tiene un
pequeño zoológico y un lago artificial donde se encuentra la gruta de la Virgen
de Lourdes y se
sentaron a descansar un ratito en un banco de la plaza de San Martin, ya era de
noche y estaba preciosa.
Era
tarde cuando llegaron a casa, al abrir la puerta, los perros los recibieron con
la normal alegría de estos. Dejaron la mochila y las cosas y salieron a dar un
paseo. Cogidos de la mano él le pregunto ¿mañana a que otro paraíso me llevas?
No hay comentarios:
Publicar un comentario