No eran solo palabras más o menos hermosas, o frases entrelazadas, con rima e ilusión.
Eran los versos que escribió, con nervios, temor y esa extraña lógica del loco que anda suelto, lleno, llenito de amor.
Eran poemas que hablaban de lo extraño, de lo corriente, de lo vivido y lo soñado. De su cobardía, su desnudez, su pudor, y su valentía.
Dejó los luegos pa después, y el olvido en un rincón. Dejo los quizás y los tal vez. Los noes ya no niegan, y los sies, le dan la razón.
La cordura, coleguea, con la locura, ¡dicen que lo merece, la ocasión!
Escribió para tí, para gritar ese verbo que callas. Para vivir, para poner en orden, lo revuelto.
Para que el mundo cobre sentido, cuando se divierten los canallas.
Era su legado confeso, un pequeño folleto, para ser leído y acariciado, con ese tacto a nuevo, con ese olor característico del papel, recién impreso.
Era el producto de sus idas y venidas, de sus altibajos, de sus penas y alegrías.
Era su vida expuesta, callada, y atrevida.
No eran escritos sin ton, ni son, eran relatos, para los que les gusta cerrar los ojos y echar a volar. Para los que no entienden el silencio de los delitos, que se cometen con el corazón.
