Cada día
Era primavera, el calor comenzaba a hacer acto de
presencia. Como cada día o por costumbre, él se levantaba más temprano,
preparaba el café, las tostadas y el zumo para desayunar juntos. Luego, mientras
éste se hacía, se sentaba en aquella mesita al lado de la ventana. Desde allí
observaba el parque y como no, a ella.
Era el segundo día allí y se sentía como en una
nube, no se podía creer lo que le estaba sucediendo, la miraba, la miraba con
deseo, con cariño, la miraba con amor.
Ella, debido al calor y a la postura, estaba
destapada dejando entrever parte de su cuerpo. El se acerco a ella, se sentó en
la esquina de la cama y muy suavemente, deslizo la sabana dejando así, toda la
espalda al descubierto. Se acomodo y comenzó a recorrer con su dedo aquella
superficie, despacio, muy despacio, iba escudriñando cada poro de su piel.
Notaba como en cada desplazamiento la piel se iba
tensando, el bello se erizaba, generaba pequeños pero visibles espasmos de
placer que al él le iban excitando casi tanto como a ella. Se agacho lo justo
para darle un pequeño beso en mitad de la espalda, la reacción fue inmediata, otro
espasmo, mayor que el anterior, como un suspiro de placer.
Ella, que estaba despierta y no quería que aquel
juego se acabase, se hizo la dormida, quería más, así que, como si de un
movimiento normal del sueño se tratara, se giro de manera que expuso sus pechos
hacia él y ocultó la cara para no ser descubierta.
El detuvo su juego lo justo para que ella volviera
a acomodarse y contemplo maravillado aquella
nueva zona que ella le presentaba, así que, decidió seguir aquel juego erótico
y su dedo comenzó a recorrer lentamente aquella
nueva superficie.
La temperatura iba subiendo, tanto para él como
para ella y decidió hacer el mismo recorrido, pero con sus labios, apoyando sus
brazos a ambos lados del cuerpo de ella, beso suavemente su ombligo, esto hizo
que ella tuviera un espasmo brusco, así que siguió recorriendo y dando pequeños
besos a aquella piel que cada vez estaba más tensa. A duras penas ella podía disimular
su estado, apretaba las manos debajo de las sabanas, intentando prolongar aquel
juego que él había comenzado, los espasmos cada vez eran más y más grandes.
Cuando ella no pudo más, se giro hacia él. Le dedico
una mirada mezcla de sonrisa, deseo y amor. Y sujetándolo por las manos, tiro
de él hasta que sus labios se juntaron. Lo que vino después es sencillamente indescriptible.
El resto del día, paseos, miradas, sonrisas,
gestos de complicidad y besos, muchos besos.
Una bella, sensual y dulce historia de amor que estaré pendiente de conocer su continuación.
ResponderEliminarUn beso.
cómo que fin????
ResponderEliminaray no, yo quiero que siga la historia!!
Mexicanita