Su sonrisa se me quedó tatuada en la piel de la mirada.
Su alegría contagiosa que alegre me envuelve, cual pandemia peligrosa.
Sus besos y caricias que no avisan, que provocan, que me alegran cuando reclaman otra noche generosa.
Sus achuchones que me dan la vida, sin opción, ni condición.
Esa cicatriz que me aprieta la alegría, esa pena que se ríe del dolor, esa mirada furtiva que se vuelve poesía, si me mira con lujuria, si me habla con amor.
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