Atesoro todo un mundo de recuerdos que voy guardando; secretos,
locuras, fantasías y ternuras. Los guardo entre las hojas de viejos libros, en archivadores,
en contenedores, o en cualquier sitio que pueda valer.
Tengo la mitad de mi vida empaquetada en cajas de todo
tipo, grandes, pequeñas, redondas o cuadradas. Tus recuerdos y esperas, archivadas
por antigüedad, tus abrazos por tamaños, los sueños en frascos de cristal, los cumplidos
y los que me quedan por soñar. Tus besos organizados por sabor, dulzura e
intensidad y tus abrazos en cajas de zapatos.
Tengo relatos pendientes de escribir, silencios que guardar
y miedos que afrontar. Tengo colores descoloridos, relojes atrasados, la vida
del revés y las piezas de todo este puzle que no ves.
Guardo la esencia de aquel perfume, que una vez te prometí,
tus ojos en mi retina, el recuerdo del tacto de tu piel, el calor de aquel
abrazo y tú despedida en un papel.
Me queda un largo camino que recorrer. He de avanzar dos
casillas en mi vida, luego girar, seguir recto hasta encontrarte. Comenzar de
nuevo, soñar contigo, soñar hasta hacerte realidad. Tengo ganas de que tengas
ganas, tengo ganas de ti.
Tengo una caja llena de promesas, de frases prestadas, el
eco de tu voz. Conservo en mis manos la purpurina de aquel sueño que una vez
soñé y las alas que un día me arranque.
Escribo y describo los sentimientos que una vez sentí, los
recuerdos que evoque, de aquella fiesta, aquel disfraz, aquella noche, que paso
de ser eterna a ser fugaz.
Dibujo sonrisas en el aire, la silueta de una mirada, el
trazo de un abrazo y el tacto caliente de un deseo pendiente. Coloreo toda una vida, coloreo el paso del tiempo, tu sonrisa y el sueño
donde siempre te encuentro.
La soledad vive conmigo, es mi compañera, ocupa el otro
lado de mi cama. Y cada noche retomo aquel sueño, donde te conocí.
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