
Otras veces, por mi forma de ser, me hace soñar, con
lo que muchas de mis escritos son eso, sueños.
He soñado despierto. He soñado dormido, en color, en
blanco y negro. Y he soñado que soñaba.
Creo que alguna veces, algún escrito ha conseguido
encoger el corazón de algunas personas, otros, la mayoría, simplemente ha sido un escrito más, de esos
que pasan sin pena ni gloria, sin esa carga emocional que casi siempre
buscamos, que intentamos transmitir en todas nuestras palabras.
He atacado a políticos, a gestores enriquecidos ilegalmente,
a los sindicatos, a la televisión, pero a una en especial, no soporto la
mediocridad con medallas, he plasmado recuerdos de mi niñez e incluso he
transmitido esas cosas que he sentido en la sala de espera de un hospital. He
viajado a Argentina, una ciudad que me ha enganchado emocionalmente y haré ese
viaje realidad en cuanto pueda. He atacado la hipocresía de un país poderoso,
he llamado cobardes a los maridos que no viven ni dejan vivir. Le he dedicado
escritos a mi abuelo Agustín, al que adoraba, a las comidas familiares, a mis últimos
sobrinos-nietos, al chat al que a veces acudo. A la ridícula sencillez de una conversación
de ascensor, a mi rubia, esa perrita Yorkshire,
que tanta compañía nos hace, etc.
Nunca me he considerado bueno en esto, solo trato de
describir a mi manera, esas pequeñas cosas, que me gustan.
Y todavía no se si realmente se hacerlo, pero aquí
estoy intentándolo.
Con esta ya son 89 cartas, escritos con los que solo he intentado llevaros un poco
de mí, de mi forma de ser y de ver la vida.
Y hoy, 31 de diciembre de 2012, desde mi pequeña
Atalaya os deseo a todos un Feliz Año 2013.
Gracias por estar ahí.