No es Mónaco, con su glamour y con su
famoseo y por hacerlo más cercano y nacional, tampoco es Port de Sóller en
Mallorca, pero es Santa Eugenia de Riveira, Riveira con V como a mí y a muchos
nos gusta decirlo y escribirlo.
Allí nací hace ya bastantes años y
allí sigo volviendo prácticamente cada fin de semana, veranos y fiestas de
guardar.
Quizás no sea el pueblo más bonito del
mundo, que no lo es, pero a mí me llena, me llama y a él acudo.
De allí guardo muchos y preciosos recuerdos.
Allí tengo prácticamente a toda mi
familia, recuerdos de mi niñez, del colegio, de los amigos, de sus
calles. Calles que ahora viendo antiguas fotografías, veo con asombro cuanto hemos
cambiado.
Recuerdo el viejo ayuntamiento, recuerdo
aquel que un dia una enorme grua balanceando una también enorme bola de hierro golpeaba
las torres y paredes con envestidas
mortales. Mucha gente acudió a ver aquel acontecimiento, no recuerdo si alguien
protesto pero el mal ya está hecho y no lo podemos recuperar. Solo queda en el
recuerdo, en nuestra memoria y en las
muchas fotografías que por ahí circulan.
Recuerdo, con una sonrisa los paseos
de los domingos, la famosa ele, esa en la que la gente caminaba por la calle
Rosalía de Castro, giraba a la derecha en el “semáforo” y cogía hacia lo que es
hoy la rúa de Galicia, hasta la plaza de Compostela y allí, se daba la vuelta,
era un paseo curioso propio de aquellos tiempos. Si te apetecía, te salías del
grupo e ibas a otro sitio, una cafetería o al puerto.
Recuerdo cuando me gustaba ir a la
playa, al Vilar, A Coroso o a la playa de Colomer, la aventura de ir a la Ínsua
a nado, los baños en el puerto, las excursiones a las dunas de Corrubedo,
cuando se podian subir sin temor a una multa
Los partidos de futbol en el malecón, o
en el campo de la feria, futbol entre arboles, las fiestas, las tómbolas, la
mujer araña o las barquillas en las que nos prohibían ir de pie, hacíamos todo
lo contrario.
Tiempos aquellos en los que, los
jueves, al salir del colegio, un camión de reparto de Coca-Cola estaba aparcado
delante de un bar, siempre cogíamos prestadas unas coca-colas, hasta que el
repartidor nos pillo, o cuando cada dia hacíamos aquellas paradas delante de la
tienda del Sr. Gil y de la Doña Amalia, la cantinela siempre era la misma, una
canción y a correr. O cuando veíamos el camión de gaseosas, mirábamos si no
estaba el conductor y le quitábamos las gomas de las botellas, las queríamos
para poner en los cordones de los trompos (peonzas).
Y como no, también recuerdo los
personajes que en aquella época pululaban por el pueblo, Andrés y Maruxa,
famosos moradores del barco Isla de Sagres, el entrañable Ramón Púa, o Claudio
y Xoseíño dos Paus, y muchos otros que ya casi no recuerdo.
Así es mi querido pueblo, para lo
bueno y para lo malo.
Hermoso y bello comentario sobre el pueblo que te vio nacer... ¿Por qué será que siempre continuámos unidos por el cordón umbilicar a nuestro pueblo?
ResponderEliminarA mí me ocurre lo mismo con el mío, sé que ha cambiado mucho, desde que jugaba a la comba en la calle, o al mike en la puerta de doña María, que se dibujaba fabulosamente en su puerta, y el cubo de agua, era el fantasma al que debíamos esquivar... ¡ay mi pueblo!
Y luego dices que no sabes escribir poesía, si lo que has escrito es todo un relato poético...
sólo tienes que partir los renglones, en versos libres, y el poema ya está hecho.
Un abrazo, con una lluvia de estrellas de felicidad y salud.