Si no fuera tan raro, tan
poco común, tan no se que, vería Cuatro, me gustaría Telecinco, Factoría de
Ficción, Divinity o cualquiera de las cadenas de la productora Mediaset, con sus
programas divertidos, amenos e incluso culturales.
Iría al plató de Sálvame, un
día sí y otro también, coleccionaría los autógrafos de Jorge Javier y de todos
sus colaboradores. Que ilu. Tendría en mi habitación un poster tamaño natural
de Belén Esteban.
Si no fuera tan raro, me
presentaría a los casting de Gran Hermano, o al de Hombres, Mujeres y
viceversa. Seria fan de Paquirrín, o de Rafa Mora.
Vería de cerca a ella, a la
gran Mercedes Milá, a María Patiño, al mismísimo Matamoros, e incluso a Kiko
Hernández.
Si no fuera tan extraño,
estaría tranquilo, podría, cuando los tuviere, solucionar mis problemas
matrimoniales en un plató, también podría pedirle perdón a esa persona que un
día le fallé o si llegara el caso, recuperar a mi pareja.
Estaría en primera fila para
ver a los famosos, a esos que cada día nos amenizan las mañanas, las tardes y
las noches. Esos que desinteresadamente acuden a un plató para hablar de sus
proyectos, trabajos, de sus discos, de su próximo libro, o su futura exposición
pictórica.
Si no fuera tan raro, dejaría
de ver debates improductivos, discusiones bizantinas, mentiras, necedades y
fiestas de guardar. No me entretendría con películas sosas, sin argumento y no
vería más los pesadísimos documentales de la Dos.
Menos mal que soy extraño,
raro y creo que tengo la cabeza en mi sitio, tengo dos dedos de frente o más y una coherencia bastante razonable.
Menos mal, que soy como soy.
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