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lunes, 2 de junio de 2014

Uriel (Mi vida en el cielo)



Ya llevo cinco días en el cielo y la verdad es que se me han pasado volando, quizás sea la novedad, las ansias por conocer todo o por la compañía de Vanesa. La verdad es que ella me lo hace muy fácil.
Pasamos juntos 16 horas al día y cuando no estoy con ella, la echo de menos, cada día madrugo más para ir a buscarla. A su lado me siento bien.
Cuando llego a su casa ya esta levantada esperándome, me ofrece la mano y nos vamos a algún sitio que no hayamos visitado.

Con ella cada día es nuevo, con ella cada día es mejor. Tiene un brillo especial en su mirada, su sonrisa no sabría describirla y me alegra el alma.
A veces decidimos pasar la noche en la playa que hay justo delante de casa, apenas 10 metros. Allí, en las palmeras colgamos las hamacas, allí hacemos nuestro hogar. Mirando las estrellas, me habló del un sitio al que iríamos al día siguiente, un sitio precioso, me dijo;  hablamos y hablamos, hasta quedarnos dormidos.
Por la mañana, salimos temprano, teníamos que coger el tren cielo. El viaje duro sobre 20 minutos, al llegar, caminamos por un sendero hasta un precioso lago no muy grande pero una belleza indescriptible. Allí pasamos el día, un día genial, entre risas, charlas, la complicidad iba en aumento.

Pero una mañana llamo a la puerta una persona y al abrir me dijo: Soy el ángel mensajero de recuerdos.- No sabía que hubiera este servicio aquí- le contesté, -¿puedo pasar?- Me dijo,- tengo que narrarte los recuerdos de la gente que ha pensado en ti-. -Claro le conteste, pase-.
Durante un buen rato el ángel mensajero de recuerdos estuvo contándome los pensamientos de la gente que se ha acordado de mí, eso me entristeció mucho, quizás demasiado y cuando el ángel termino salí al porche de la choza y con la mirada fija en el mar, allí me quede un largo rato. En ese momento sentí una necesidad inmensa de ver a mi gente. Esos pensamientos iban a cambiar mi forma de ver las cosas.
Cuando Vanesa llego al ver mi cara me dijo,- ¿que te pasa?, -estas desencajado-. Le conté lo que había pasado y le pregunte de si había alguna manera de ir a la tierra aunque solo sea para verlos. -Si me dijo ella, tendrás que inscribirte como ángel, te harán unas pruebas y luego te pondrán las alas, duele un poco pero si es lo que quieres lo soportaras, me dijo-. -Quiero hacerlo- le contesté.
Al día siguiente Vanesa y yo fuimos al registro de ángeles, allí cubrí unos impresos y me hicieron esperar en una salita, mis nervios eran patentes, pero estaba decidido
Al cabo de rato me hicieron pasar a una sala donde me esperaba un tribunal.

Diez ángeles estaban sentados en una mesa alargada, delante de ellos había una única silla que estaba destinada para mi, allí me senté y los ángeles mi hicieron miles de preguntas, me hablaron de los pros y los contras que tiene ser ángel.
-Sabemos que estas muy unido a Vanesa aquí en el cielo, me dijo uno de ellos, si te haces ángel, tendrás que dejar de verla como lo haces hasta ahora, no podrás tener contacto físico con ella-. -Deberías reflexionar si de verdad quieres ser ángel-. -También somos conocedores de tus sentimientos en la tierra pero debes de ser consciente de que no podrás tocarlos, ni hablarles, solo mirarlos-, -así que tienes que decidirlo tú-.
-Ya has cubierto la solicitud pero ahora tienes 15 días para reflexionar-, -piensa en ello, -dale las vueltas que necesites, medita, mira en los ojos de Vanesa, quizás ellos te ayuden a decidir-.

Al irnos mire para Vanesa dedicándole una sonrisa, pero ella no fue capaz de hacer lo mismo, sabía que en mi interior todavía quedaban recuerdos muy fuertes que harían de barrera entre nosotros.



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