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domingo, 17 de noviembre de 2013

Planta 4



Para la mayoría de la gente, todos los días son distintos, siempre surge o sucede algo diferente al anterior. Podemos movernos, salir a la calle, charlar con conocidos que te encuentras, o simplemente quedar con los amigos. Una cena, un cine, un café o una simple caña, son cosas que nos sacan de la rutina con mucha facilidad.
Pero hay personas que no tienen esa suerte y viven en un hospital. Quizás en la habitación 242 de la planta segunda, quizás en el área de oncología, quizás conviven con el vecino de cama, ese compañero que les ha tocado, con su familia, con la del vecino, con ese ir i venir de enfermeras, médicos, gente, amigos, conocidos. Comparten sufrimiento, comparten desesperación, pero muchas veces comparten alegrías.
Cada día es prácticamente igual que el anterior. Amanece muy tempano, el trasiego de genta es continuo, enfermeras que vienen y van, toca poner termómetros, tomar la tensión y dar la medicación a cada uno, luego aparecen los carritos con los desayunos, el bullicio aumenta, las de la limpieza comienzan su faena, cambio de sabanas, limpiar los baños; muchos, los más afortunados, esos que se pueden mover, después de su aseo personal, aprovechan ese momentos para salir al pasillo, acuden a esa salita de espera, y con fortuna encontraran un periódico disponible, lo leerán de principio a fin, hay que ganarle horas al día.
Los acompañantes, los que pueden, van a casa, se dan una ducha rápida y regresan, otros prácticamente hacen vida allí.  
Y para ellos, esos a los que hoy he querido recordar, el día a día sigue, igual que el anterior ¿Qué puede cambiar? ah sí, hoy toca analítica o hoy toca sesión de químico. Que guay, que planazo. ¿Damos un paseo? Si podemos ir hasta la planta de abajo, y vemos la gente que entra y sale, genial, venga agarra el gotero y vámonos.
Las tardes son largas, muy largas, lentas, muy lentas, anochece  antes de tiempo, el silencio hace acto de presencia, y ya solo se escuchan algunos quejidos, alguna televisión encendida o el caminar por el pasillo de alguien que se va.
Allí reina la rutina, reina el olor a hospital, las batas blancas, batas verdes, los pijamas azules, pulseras, los goteros, los carritos de curas, reina la tristeza, dolor, pero también habita la esperanza.

1 comentario:

  1. Yo he tenido que pasar muchas horas en los hospitales y son desesperantes, peros llevas razón en que la esperanza siempre flota.

    Mil besos

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