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miércoles, 24 de julio de 2013

Un café y una partida de cartas




Había cogido unos días de vacaciones y aunque no comenzaba a trabajar hasta el dia siguiente, sentí una necesidad imperiosa de ir a la cafetería donde a diario tomo el café. Tenía ganas de verla, pero al llegar me encontré que no estaba, pero si algunos de mis compañeros de trabajo. Jajaja, otro dijeron al verme llegar, ellos también comenzaban al dia siguiente
Al verme, la pregunta era obligada ¿Qué haces aquí? ¿Tu no comienzas mañana? Si les dije, como vosotros, pero he venido a tomar un café, es la costumbre.
Luego la conversación versó como en casi todos los centros de trabajo o en las cafeterías, del regreso de las vacaciones. Que moreno vienes. ¿A dónde has ido estas vacaciones? ¿Qué tal en Ibiza? Todos con un moreno más o menos intenso, todos con una cara de lunes del 15, pero ya pensando en las próximas vacaciones.
Hablamos de las novedades, del trauma post-vacacional, del asqueroso tiempo que algunos han tenido, de las fiestas a las que hemos ido y de lo cortas que siempre nos parecen las vacaciones.
Pero echaba a Carla de menos y con disimulo de vez en cuando miraba su mesa y la puerta por si aparecía, pero seguía, pero nada. ¿Estará de vacaciones? ¿Llegará más tarde? No lo sé, pero desde hace una temporada forma parte de aquella cafetería y si, la echo de menos, a ella, a sus miradas clandestinas, a su carpeta de dibujo, pero sobre todo su sonrisa.
Los días no daban pasado, se me hacían largos, no sé si por la vuelta al trabajo, por el famoso síndrome post-vacacional en el que yo no creía o por su ausencia.
Pero el viernes al llegar a la cafetería allí estaba ella, como esperándome, con su sonrisa pícara, me fui directo a ella. Bienvenido me dijo dándome un beso. ¿Qué tal lo has pasado? ¿Cuándo has llegado? He llegado el domingo.  
¿Y tú? ¿Dónde has estado? De viaje.
Entonces ¿Me has echado de menos? Pues sí, le conteste, ya estaba acostumbrándome a tus miradas mientras me dibujas y a esa sonrisa que siempre me regalas.
¿Podemos vernos esta tarde? Venga porfa, porfa, dime que si, ¿a las siete? Y sin darme tiempo a pensarlo me soltó. Te recojo en tu casa.
A las siete en punto suena el timbre. El día no estaba apetecible, había empezado a llover, ¿Y si preparo un café y nos quedamos en casa? le propuse, estupendo me dijo.
Un café, unas pastas y una baraja fue todo nuestro plan, no necesitábamos nada más para pasar una tarde perfecta. Risas, miradas y una conversación amena, no necesito más para estar bien.
Como siempre Carla entre mano y mano, me miraba, sonreía y dibujaba.
Fue una tarde distinta, interesante y repetible, Carla es una mujer tan alegre, que de una mirada hace una fiesta y de un roce, hace un deseo.
Ya tenía ganas de pasar junto a ella unos minutos soñando.

2 comentarios:

  1. Qué suerte de pasar un rato tan especial, ¡me da hasta envidia!!!!!.

    besos

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  2. Es lo que tiene la imaginacion querida amiga.
    Gracias por tu visita, gracias por tus comentarios

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