Había
cogido unos días de vacaciones y aunque no comenzaba a trabajar hasta el dia
siguiente, sentí una necesidad imperiosa de ir a la cafetería donde a diario
tomo el café. Tenía ganas de verla, pero al llegar me encontré que no estaba,
pero si algunos de mis compañeros de trabajo. Jajaja, otro dijeron al verme
llegar, ellos también comenzaban al dia siguiente
Al verme,
la pregunta era obligada ¿Qué haces aquí? ¿Tu no comienzas mañana? Si les dije,
como vosotros, pero he venido a tomar un café, es la costumbre.
Luego la
conversación versó como en casi todos los centros de trabajo o en las
cafeterías, del regreso de las vacaciones. Que moreno vienes. ¿A dónde has ido
estas vacaciones? ¿Qué tal en Ibiza? Todos con un moreno más o menos intenso,
todos con una cara de lunes del 15, pero ya pensando en las próximas
vacaciones.
Hablamos
de las novedades, del trauma post-vacacional, del asqueroso tiempo que algunos
han tenido, de las fiestas a las que hemos ido y de lo cortas que siempre nos
parecen las vacaciones.
Pero echaba
a Carla de menos y con disimulo de vez en cuando miraba su mesa y la puerta por
si aparecía, pero seguía, pero nada. ¿Estará de vacaciones? ¿Llegará más tarde?
No lo sé, pero desde hace una temporada forma parte de aquella cafetería y si,
la echo de menos, a ella, a sus miradas clandestinas, a su carpeta de dibujo,
pero sobre todo su sonrisa.
Los días
no daban pasado, se me hacían largos, no sé si por la vuelta al trabajo, por el
famoso síndrome post-vacacional en el que yo no creía o por su ausencia.
Pero el
viernes al llegar a la cafetería allí estaba ella, como esperándome, con su
sonrisa pícara, me fui directo a ella. Bienvenido me dijo dándome un beso. ¿Qué
tal lo has pasado? ¿Cuándo has llegado? He llegado el domingo.
¿Y tú? ¿Dónde
has estado? De viaje.
Entonces
¿Me has echado de menos? Pues sí, le conteste, ya estaba acostumbrándome a tus
miradas mientras me dibujas y a esa sonrisa que siempre me regalas.
¿Podemos
vernos esta tarde? Venga porfa, porfa, dime que si, ¿a las siete? Y sin darme
tiempo a pensarlo me soltó. Te recojo en tu casa.
A las
siete en punto suena el timbre. El día no estaba apetecible, había empezado a
llover, ¿Y si preparo un café y nos quedamos en casa? le propuse, estupendo me
dijo.
Un café,
unas pastas y una baraja fue todo nuestro plan, no necesitábamos nada más para pasar
una tarde perfecta. Risas, miradas y una conversación amena, no necesito más
para estar bien.
Como siempre Carla entre mano y mano, me miraba,
sonreía y dibujaba.
Fue una tarde distinta, interesante y repetible, Carla
es una mujer tan alegre, que de una mirada hace una fiesta y de un roce, hace un
deseo.
Ya tenía ganas de pasar
junto a ella unos minutos soñando.
Qué suerte de pasar un rato tan especial, ¡me da hasta envidia!!!!!.
ResponderEliminarbesos
Es lo que tiene la imaginacion querida amiga.
ResponderEliminarGracias por tu visita, gracias por tus comentarios