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jueves, 11 de julio de 2013

Mi nueva amiga



Como cada día, a media mañana salgo con los amigos a la cafetería de siempre a tomar el café. Al entrar la vi, estaba sentada en una mesa pegada a la ventana, tomaba un refresco y miraba una revista. Me miro, la mire. Pedimos los cafés, y como siempre echamos un vistazo al periódico, comentamos las noticias. Cuando fui a devolver el periódico a su sitio, de reojo pude ver que ella mi miraba, al irnos la mire y volví a encontrar su mirada.
Al día siguiente, desde la calle pude verla, estaba sentada en la misma mesa, me vio, no disimulo su mirada, yo sí, y cruce la calle, sabía que sus ojos estaban clavados en mi.
Así pasaron varios días, ella siempre estaba allí, a la misma hora, en el mismo sitio y en la misma mesa. Un día al ir a buscar un periódico, no había ninguno y al girarme para regresar a mi sitio, me la encontré de frente. ¿Quieres este periódico? Me dijo sin dejar de mirarme, si, gracias le conteste dedicándole una sonrisa tímida, en ese momento pude ver de cerca la belleza de esa mujer misteriosa.
Los días transcurrían así, mirada va, mirada viene, alguna sonrisa indicaba que algo había entre nosotros y estaba a punto de estallar. Empezaba a pensar en ella a cada momento, empezaba a querer ir a la cafetería a cualquier hora. Y así lo hice. Era sábado por la tarde, estaba en casa y me vino a la memoria, como si ella me llamara, me puse unos vaqueros, una camiseta, unos tenis y salí disparado hacia la cafetería. Ya desde lejos pude ver que estaba, me vio, la mire y note como se arreglaba. Al entrar me fui a la barra, pedí un café con hielo y con la mirada busque un sitio cómodo para sentarme, para mirarla sin mucho esfuerzo, pero al girarme, allí estaba ella, detrás de mí, con su sonrisa perfecta. Te invito al café me dijo sonriéndome, vale, le conteste. Vamos a la terraza, se estaremos mejor me dijo. Al sentarnos me  dijo; me llamo Carla, se donde trabajas, se dónde vives, y se que escribes en un blog.
Yo no daba crédito a todo lo que estaba escuchando. ¿Y desde cuando sabes todo eso? Le pregunte. Llevo mucho tiempo observándote, mirándote y siguiéndote. ¿Y eres peligrosa? ¿Tengo que tener miedo? Le volví a preguntar. No, me dijo, lo hice porque necesitaba saber todo eso de ti, necesitaba conocerte y no temas, ya sabrás porque lo he hecho. ¿Y sabes algo más de mi?, no pero espero que tú me lo digas a partir de hoy, si me dejas. Yo no dejaba de mirarla, me intrigaba su belleza, me encandilaba su forma de mirarme, de mover las manos y de sonreír. Mientras hablábamos me dijo si podía dibujarme, le dije que sí y así lo hizo, se pasó todo el rato dibujando; me miraba y plasmaba lo que veía en su cuaderno. Fue una tarde agradable, hablamos y hablamos y sin apenas darnos cuenta, la noche se nos echo encima. Quedamos para otro día. Antes de separarnos me regalo el dibujo que me había hecho.

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