Los
días transcurren como casi siempre, solo que ahora cuento los minutos para ir a
tomar el café y al llegar a la cafetería con mis amigos, tu estas allí,
nuestras miradas se cruzan, se mezclan con las sonrisas clandestinas que nos
dedicamos. Te observo, te veo dibujar, tú me miras y dibujas, sonríes y yo me
pregunto qué estarás dibujando.
El
viernes como cada día estabas en tu mesa, con tu cuaderno y tu lápiz. Después
de un rato, aprovechaste una de nuestras miradas para hacerme un gesto con algo
en la mano, yo interprete que querías decirme o darme algo, te levantaste
recogiste tus cosas y te dirigiste a la puerta, tenias que pasar por mi lado y
al hacerlo, con mucho disimulo y con una sonrisa me dejaste una notita en la
mano, sentí tus dedos y tuve una extraña sensación, un escalofrío recorrió todo
mi cuerpo y sentí el deseo de cogerte la mano, detener tu marcha y mirarte a
los ojos.
Fui
al baño para leer la nota, desenvolví el papelito con nerviosismo, ponía
“Gracias por la tarde del otro día, me gustaría repetirla y me preguntaba si
podíamos volver a vernos pronto; lo necesito”. Salí del baño, disparado, me
dirigí a la puerta para ver si todavía estabas cerca, ¿te alcanzaría? Pero
sorpresa, estabas allí, esperando una respuesta, te mire y te dije, a las siete
aquí. Toma me dijo y me dio un folio, me había hecho otro dibujo.
El
día, ayudado por la ola de calor, se me hizo eterno, espeso y plomizo, las
horas no avanzaban, el reloj parecía que se había detenido. Pero, llego la hora
de salir y corrí a casa. Una ducha
rápida y ropa cómoda.
Salgo
de casa, me queda media hora pero ya no aguanto más, por el camino, voy mirando
algún escaparate, la gente pasea, otros llevan sus compras. Ya cerca de la
cafetería te veo venir, me sonríes, te sonrió, al encontrarnos me das un beso y las gracias por aceptar la invitación. ¿Y si
vamos a otro sitio?, le propongo, vale, a donde tú quieras. Ven vamos a buscar
mi coche, me sujeta del brazo y nos dirigimos al garaje.
La
lleve a un mesón muy bonito, un antiguo molino restaurado. Con su riachuelo que
pasa por debajo, salimos a la terraza y nos sentamos en una mesa cerca del rio,
la brisa fresca hacia que se estuviera bien a pesar del calor. Pedimos algo y
una vez se marcho el camarero, decidí preguntarle porque sabias tantas cosas de
mi y como las había sabido. Con una sonrisa preciosa y sacando del bolso tu
cuaderno y un lápiz, me dijiste” Una vez, estando en casa algo depre, encontré
tu blog, habías escrito “Retrato de una conversación”. Me gusto, me enamoro tu
forma de ser, de escribir y cada día leía tus actualizaciones. Luego te
encontré en el facebook y tirando del hilo, llegue hasta ti. Llevo casi un año
detrás de tus huellas. Mientras me contaba todo esto, miraba y dibujaba. ¿Qué
haces le dije? ¿No me estarás pintando otra vez? ¿Acaso no te ha gustado el
dibujo? Sí, pero me pones nervioso. ¿Cómo de nervioso? me contesto sonriendo.
Lo justo para estar un poco incomodo, no me gustan las fotos. Esto no es una
foto, lo sé, pero pone nervioso igual o más ¿Por qué? Porque no dejas de
mirarme y de sonreír. Una foto dura un segundo y esto te lleva más. Me gusta
mirarte, llevo haciéndolo mucho tiempo. ¿Te molesta que te mire? No, creo que incluso
empieza a gustarme. Ya era de noche cuando regresamos. Me atrevo a decir que lo
pase demasiado bien.
Los días pasan y cada dia buscamos nuestros ojos, con un gesto, con una sonrisa o con una mirada, nos decimos muchas cosas, quedamos casi todas las tardes, paseamos y tenemos largas conversaciones. Me siento bien a su lado.
Me gustó tu historia.
ResponderEliminarUn abrazo.
HD