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jueves, 25 de julio de 2013

Galicia Llora



Somos un pueblo curtido, curtido por el dolor, por las desgracias,  desgracias, algunas naturales, otras no tanto. Hemos padecido en los últimos años, catástrofes marítimas como el desastre del el “Polycomander" cerca de las islas Cíes en 1965 el "Urquiola", que embarranco cerca de A Coruña en 1976, el "Andrios Patria", otro petrolero, este frente a las islas Sisargas en 1978,  el "Casón" en Finisterre, en 1987 el "Mar Egeo" que en diciembre de 1992 se partía en dos frente al puerto de A Coruña  y como no, la más sonada y mediática el  "Prestige" otro petrolero que también se partía en dos en noviembre de 2002 Todas provocaron, sus correspondientes mareas negras.
También hemos tenido incendios, como el ocurrido en el verano de 2006 cuando Galicia ardió por los cuatro costados, se perdieron entre 80.000 y 90.000 hectáreas, y como olvidarse de el devastador incendio que devoro el corazón del parque natural de As Fragas do Eume, la extensión quemada por el fuego ascendió a más de 750 hectáreas -500 arboladas-
Las desgracias duelen y quedan en el recuerdo, algunas pasan al olvido más pronto que tarde. Pero dentro de lo malo, todo esto en mayor o menor medida es recuperable, tardará más o menos tiempo, pero se hará. Sin embargo las desgracias personales cuestan mucho asimilar y no se olvidan fácilmente, no se pueden recuperar las vidas.
De siempre hemos vivido desgraciados naufragios con pérdidas de vidas humanas. El más famoso quizás haya sido el Vapor correo Santa Isabel, que naufrago en 1921, fallecieron 213 personas, En 1963 se perdió el mercante portugués San Silverio en Punta Pirula y en 1966, el pesquero Atlántico en medio de un tormenta con un solo superviviente. El costero vasco Urmaya, en 1984, y del pesquero Nuevo Torre de Likona, en 1993.
El vapor mercante francés Barsac, embarrancó en Onza en 1940, en medio de un violento temporal. La lista es interminable y seria largo de narrar.
Y también tenemos las tragedias diarias, esos desgraciados accidentes de tráfico que cada día se lleva alguna vida por delante, algunas de ellas me han tocado de cerca, pero …ayer 24 de julio de 2013, víspera del día del Apóstol, día grande de Galicia, cerca de las nueve de la noche, un tren que hacía el recorrido Madrid-Ferrol, descarrilaba, emito las causas que se barajan.
Llevamos 24 horas viendo imágenes, escuchando relatos. Vemos con tristeza escenas de dolor, familiares a los que acaban de comunicarles el fallecimiento de uno de los suyos, entrevistas a supervivientes, llantos, desconcierto, caos, confusión.
Han sido 80 fallecidos y 87 personas ingresadas en el hospital, algunas en estado crítico
Desde mi atalaya hoy quiero dar mi más sincero pésame a los familiares de TODAS las víctimas,

miércoles, 24 de julio de 2013

Un café y una partida de cartas




Había cogido unos días de vacaciones y aunque no comenzaba a trabajar hasta el dia siguiente, sentí una necesidad imperiosa de ir a la cafetería donde a diario tomo el café. Tenía ganas de verla, pero al llegar me encontré que no estaba, pero si algunos de mis compañeros de trabajo. Jajaja, otro dijeron al verme llegar, ellos también comenzaban al dia siguiente
Al verme, la pregunta era obligada ¿Qué haces aquí? ¿Tu no comienzas mañana? Si les dije, como vosotros, pero he venido a tomar un café, es la costumbre.
Luego la conversación versó como en casi todos los centros de trabajo o en las cafeterías, del regreso de las vacaciones. Que moreno vienes. ¿A dónde has ido estas vacaciones? ¿Qué tal en Ibiza? Todos con un moreno más o menos intenso, todos con una cara de lunes del 15, pero ya pensando en las próximas vacaciones.
Hablamos de las novedades, del trauma post-vacacional, del asqueroso tiempo que algunos han tenido, de las fiestas a las que hemos ido y de lo cortas que siempre nos parecen las vacaciones.
Pero echaba a Carla de menos y con disimulo de vez en cuando miraba su mesa y la puerta por si aparecía, pero seguía, pero nada. ¿Estará de vacaciones? ¿Llegará más tarde? No lo sé, pero desde hace una temporada forma parte de aquella cafetería y si, la echo de menos, a ella, a sus miradas clandestinas, a su carpeta de dibujo, pero sobre todo su sonrisa.
Los días no daban pasado, se me hacían largos, no sé si por la vuelta al trabajo, por el famoso síndrome post-vacacional en el que yo no creía o por su ausencia.
Pero el viernes al llegar a la cafetería allí estaba ella, como esperándome, con su sonrisa pícara, me fui directo a ella. Bienvenido me dijo dándome un beso. ¿Qué tal lo has pasado? ¿Cuándo has llegado? He llegado el domingo.  
¿Y tú? ¿Dónde has estado? De viaje.
Entonces ¿Me has echado de menos? Pues sí, le conteste, ya estaba acostumbrándome a tus miradas mientras me dibujas y a esa sonrisa que siempre me regalas.
¿Podemos vernos esta tarde? Venga porfa, porfa, dime que si, ¿a las siete? Y sin darme tiempo a pensarlo me soltó. Te recojo en tu casa.
A las siete en punto suena el timbre. El día no estaba apetecible, había empezado a llover, ¿Y si preparo un café y nos quedamos en casa? le propuse, estupendo me dijo.
Un café, unas pastas y una baraja fue todo nuestro plan, no necesitábamos nada más para pasar una tarde perfecta. Risas, miradas y una conversación amena, no necesito más para estar bien.
Como siempre Carla entre mano y mano, me miraba, sonreía y dibujaba.
Fue una tarde distinta, interesante y repetible, Carla es una mujer tan alegre, que de una mirada hace una fiesta y de un roce, hace un deseo.
Ya tenía ganas de pasar junto a ella unos minutos soñando.

martes, 16 de julio de 2013

Carla



Los días transcurren como casi siempre, solo que ahora cuento los minutos para ir a tomar el café y al llegar a la cafetería con mis amigos, tu estas allí, nuestras miradas se cruzan, se mezclan con las sonrisas clandestinas que nos dedicamos. Te observo, te veo dibujar, tú me miras y dibujas, sonríes y yo me pregunto qué estarás dibujando.

El viernes como cada día estabas en tu mesa, con tu cuaderno y tu lápiz. Después de un rato, aprovechaste una de nuestras miradas para hacerme un gesto con algo en la mano, yo interprete que querías decirme o darme algo, te levantaste recogiste tus cosas y te dirigiste a la puerta, tenias que pasar por mi lado y al hacerlo, con mucho disimulo y con una sonrisa me dejaste una notita en la mano, sentí tus dedos y tuve una extraña sensación, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y sentí el deseo de cogerte la mano, detener tu marcha y mirarte a los ojos.

Fui al baño para leer la nota, desenvolví el papelito con nerviosismo, ponía “Gracias por la tarde del otro día, me gustaría repetirla y me preguntaba si podíamos volver a vernos pronto; lo necesito”. Salí del baño, disparado, me dirigí a la puerta para ver si todavía estabas cerca, ¿te alcanzaría? Pero sorpresa, estabas allí, esperando una respuesta, te mire y te dije, a las siete aquí. Toma me dijo y me dio un folio, me había hecho otro dibujo.

El día, ayudado por la ola de calor, se me hizo eterno, espeso y plomizo, las horas no avanzaban, el reloj parecía que se había detenido. Pero, llego la hora de salir y  corrí a casa. Una ducha rápida y ropa cómoda.

Salgo de casa, me queda media hora pero ya no aguanto más, por el camino, voy mirando algún escaparate, la gente pasea, otros llevan sus compras. Ya cerca de la cafetería te veo venir, me sonríes, te sonrió, al encontrarnos me das un beso  y las gracias por aceptar la invitación. ¿Y si vamos a otro sitio?, le propongo, vale, a donde tú quieras. Ven vamos a buscar mi coche, me sujeta del brazo y nos dirigimos al garaje.

La lleve a un mesón muy bonito, un antiguo molino restaurado. Con su riachuelo que pasa por debajo, salimos a la terraza y nos sentamos en una mesa cerca del rio, la brisa fresca hacia que se estuviera bien a pesar del calor. Pedimos algo y una vez se marcho el camarero, decidí preguntarle porque sabias tantas cosas de mi y como las había sabido. Con una sonrisa preciosa y sacando del bolso tu cuaderno y un lápiz, me dijiste” Una vez, estando en casa algo depre, encontré tu blog, habías escrito “Retrato de una conversación”. Me gusto, me enamoro tu forma de ser, de escribir y cada día leía tus actualizaciones. Luego te encontré en el facebook y tirando del hilo, llegue hasta ti. Llevo casi un año detrás de tus huellas. Mientras me contaba todo esto, miraba y dibujaba. ¿Qué haces le dije? ¿No me estarás pintando otra vez? ¿Acaso no te ha gustado el dibujo? Sí, pero me pones nervioso. ¿Cómo de nervioso? me contesto sonriendo. Lo justo para estar un poco incomodo, no me gustan las fotos. Esto no es una foto, lo sé, pero pone nervioso igual o más ¿Por qué? Porque no dejas de mirarme y de sonreír. Una foto dura un segundo y esto te lleva más. Me gusta mirarte, llevo haciéndolo mucho tiempo. ¿Te molesta que te mire? No, creo que incluso empieza a gustarme. Ya era de noche cuando regresamos. Me atrevo a decir que lo pase demasiado bien.

Los días pasan y cada dia buscamos nuestros ojos, con un gesto, con una sonrisa o con una mirada, nos decimos muchas cosas, quedamos casi todas las tardes, paseamos y tenemos largas conversaciones. Me siento bien a su lado.

jueves, 11 de julio de 2013

Mi nueva amiga



Como cada día, a media mañana salgo con los amigos a la cafetería de siempre a tomar el café. Al entrar la vi, estaba sentada en una mesa pegada a la ventana, tomaba un refresco y miraba una revista. Me miro, la mire. Pedimos los cafés, y como siempre echamos un vistazo al periódico, comentamos las noticias. Cuando fui a devolver el periódico a su sitio, de reojo pude ver que ella mi miraba, al irnos la mire y volví a encontrar su mirada.
Al día siguiente, desde la calle pude verla, estaba sentada en la misma mesa, me vio, no disimulo su mirada, yo sí, y cruce la calle, sabía que sus ojos estaban clavados en mi.
Así pasaron varios días, ella siempre estaba allí, a la misma hora, en el mismo sitio y en la misma mesa. Un día al ir a buscar un periódico, no había ninguno y al girarme para regresar a mi sitio, me la encontré de frente. ¿Quieres este periódico? Me dijo sin dejar de mirarme, si, gracias le conteste dedicándole una sonrisa tímida, en ese momento pude ver de cerca la belleza de esa mujer misteriosa.
Los días transcurrían así, mirada va, mirada viene, alguna sonrisa indicaba que algo había entre nosotros y estaba a punto de estallar. Empezaba a pensar en ella a cada momento, empezaba a querer ir a la cafetería a cualquier hora. Y así lo hice. Era sábado por la tarde, estaba en casa y me vino a la memoria, como si ella me llamara, me puse unos vaqueros, una camiseta, unos tenis y salí disparado hacia la cafetería. Ya desde lejos pude ver que estaba, me vio, la mire y note como se arreglaba. Al entrar me fui a la barra, pedí un café con hielo y con la mirada busque un sitio cómodo para sentarme, para mirarla sin mucho esfuerzo, pero al girarme, allí estaba ella, detrás de mí, con su sonrisa perfecta. Te invito al café me dijo sonriéndome, vale, le conteste. Vamos a la terraza, se estaremos mejor me dijo. Al sentarnos me  dijo; me llamo Carla, se donde trabajas, se dónde vives, y se que escribes en un blog.
Yo no daba crédito a todo lo que estaba escuchando. ¿Y desde cuando sabes todo eso? Le pregunte. Llevo mucho tiempo observándote, mirándote y siguiéndote. ¿Y eres peligrosa? ¿Tengo que tener miedo? Le volví a preguntar. No, me dijo, lo hice porque necesitaba saber todo eso de ti, necesitaba conocerte y no temas, ya sabrás porque lo he hecho. ¿Y sabes algo más de mi?, no pero espero que tú me lo digas a partir de hoy, si me dejas. Yo no dejaba de mirarla, me intrigaba su belleza, me encandilaba su forma de mirarme, de mover las manos y de sonreír. Mientras hablábamos me dijo si podía dibujarme, le dije que sí y así lo hizo, se pasó todo el rato dibujando; me miraba y plasmaba lo que veía en su cuaderno. Fue una tarde agradable, hablamos y hablamos y sin apenas darnos cuenta, la noche se nos echo encima. Quedamos para otro día. Antes de separarnos me regalo el dibujo que me había hecho.