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lunes, 3 de diciembre de 2012

Sueños rotos



Él estaba convencido de que muchas cosas de las que soñaba eran su manera de decir que añoraba una vida que nunca había vivido, esa vida que había pasado de puntillas, sin apenas darse cuenta.
Ahora soñaba, soñaba dormido, soñaba despierto, soñaba que soñaba y en todos sus sueños la reina, era ella.
Por fin le había  puesto cara, conocía su sonrisa, su mirada y su belleza. Cada día tomaba esa fotografía, la miraba, la remiraba y por si se le ha olvidado algo, la volvía a mirar.
Soñaba con compartir con ella esas pequeñas cosas a las que le gusta dar valor, una mirada, un apretón de manos, una caricia, ese beso de amor, esa sorpresa mañanera, ese te quiero cada noche. Dormir abrazado a ella, madrugar los días festivos para poder despertarla con el aroma del café, en fin, esas pequeñas cosas que hacen grande el amor.
En sus eternas conversaciones hablaban y hablaban, trataban de imaginar cómo sería esa vida que ambos querían compartir, se despojaban de los secretos confesables, tiraban por la borda todo aquello que les sobraba, relataban sus manías tratando de corregirlas o en su defecto amoldarlas, eran planes de futuro. Háblame de ti, le decía tratando de empaparse de ella, háblame de tu familia, de tu día a día. De esas pequeñas cosas que te gustan. Y así pasaban horas y horas, acercándose cada día un poco más.
Juntos daban largos paseos, viajes a un lugar lejano, tardes de conversación, escuchando aquella música que un día por casualidad les unió. Miradas, silencios voluntarios, sonrisas,  risas nerviosas, caricias, besos, ternura, pasión, y miles de cosas más.
Aunque  el amor no siempre es fácil, a veces es como una carrera de obstáculos, obstáculos que hay que ir superando cada día, miedos que asoman, miedos que le hablaban de distancias, de edades e incluso de otras parejas.
Y luchaban cada día, querían seguír adelante, hablaban y hablaban. Necesitaban conocerse, romper esas barreras, el miedo escénico, la timidez primeriza.
Pero los celos absurdos hicieron aparición y aquel hermoso sueño, salto por los aires en 10.000 pedacitos.
Desde aquel día, pasa las noches apoyado en aquella ventana, colecciona mariposas tristes y deambula por caminos que no conoce en busca de una playa en la que encallar.





1 comentario:

  1. El amor nunca es fácil.

    Me encantó tu relato sueños rotos.

    Un beso.

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