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domingo, 18 de noviembre de 2012

Relatos de la vida



El otro día una persona a la que adoro, me preguntaba ¿en qué te inspiras para tus escritos? Una canción, una foto, una imagen en televisión, un recuerdo, una noticia en la prensa e incluso en ti, le dije.
La inspiración es caprichosa, te viene en el momento menos inesperado. A veces surgen cosas para escribir a borbotones, y otras veces no sale nada.
Recuerdo que antes siempre tenía a mano un blog de notas y en su defecto, salía a la calle con unas hojas de papel y un boli. Cuando surgía ese algo, lo anotaba. Ahora lo hago en el móvil. Me he modernizado.
Pero desde hace tiempo, me gusta observar a la gente. Siempre dedico esos momentos que a veces me regalo, a observar, aprender y disfrutar de esas pequeñas cosas que antes no veía. En la cafetería, a donde suelo volver o en la sala de espera de un hospital, lugar en el que estoy ahora, escribiendo estas líneas, la cabeza se me va, escudriña, busca esos gestos, situaciones que muchas veces me conmueven.
No todo el mundo va a un hospital por gusto y ya sé que tampoco es un sitio para muchas alegrías, aunque algunas, si las hay. No se trata de buscar en la gente, esa cara de sufrimiento que puedan tener, si lleva el brazo en cabestrillo o si se le nota que lo está pasando muy mal. Miro su corazón a través de su mirada, de su aptitud y de sus gestos.
Hace un año por estas fechas y en el mismo lugar, aquí en la sala de espera de coronarias me vino a la cabeza aquella historia que en su día titule “lección de ternura”, no he vuelto a coincidir con aquellos dos entrañables viejecitos, Juana y su marido que me dieron una lección de ternura y yo simplemente me atreví a describirla.
Quizás cambien los actores, pero el escenario es el mismo, las circunstancias parecidas. Todos venimos por esta o por aquella dolencia, ese chequeo rutinario o ese incomodo dolor que te ha surgido.
Hoy he podido volver a sentir aquellas mismas sensaciones, he vuelto a mirar a mí alrededor, me he dejado llevar por ese ronroneo, por los sonidos de una sala de espera. Y cada día me gusta más transmitir estos pequeños relatos. Los relatos de la vida.

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