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martes, 2 de octubre de 2012

Una historia de amor III



Cada día



Era primavera, el calor comenzaba a hacer acto de presencia. Como cada día o por costumbre, él se levantaba más temprano, preparaba el café, las tostadas y el zumo para desayunar juntos. Luego, mientras éste se hacía, se sentaba en aquella mesita al lado de la ventana. Desde allí observaba el parque y como no, a ella.
Era el segundo día allí y se sentía como en una nube, no se podía creer lo que le estaba sucediendo, la miraba, la miraba con deseo, con cariño, la miraba con amor.
Ella, debido al calor y a la postura, estaba destapada dejando entrever parte de su cuerpo. El se acerco a ella, se sentó en la esquina de la cama y muy suavemente, deslizo la sabana dejando así, toda la espalda al descubierto. Se acomodo y comenzó a recorrer con su dedo aquella superficie, despacio, muy despacio, iba escudriñando cada poro de su piel.
Notaba como en cada desplazamiento la piel se iba tensando, el bello se erizaba, generaba pequeños pero visibles espasmos de placer que al él le iban excitando casi tanto como a ella. Se agacho lo justo para darle un pequeño beso en mitad de la espalda, la reacción fue inmediata, otro espasmo, mayor que el anterior, como un suspiro de placer.
Ella, que estaba despierta y no quería que aquel juego se acabase, se hizo la dormida, quería más, así que, como si de un movimiento normal del sueño se tratara, se giro de manera que expuso sus pechos hacia él y ocultó la cara para no ser descubierta.
El detuvo su juego lo justo para que ella volviera a acomodarse y  contemplo maravillado aquella nueva zona que ella le presentaba, así que, decidió seguir aquel juego erótico y su dedo comenzó a recorrer  lentamente aquella nueva superficie.
La temperatura iba subiendo, tanto para él como para ella y decidió hacer el mismo recorrido, pero con sus labios, apoyando sus brazos a ambos lados del cuerpo de ella, beso suavemente su ombligo, esto hizo que ella tuviera un espasmo brusco, así que siguió recorriendo y dando pequeños besos a aquella piel que cada vez estaba más tensa. A duras penas ella podía disimular su estado, apretaba las manos debajo de las sabanas, intentando prolongar aquel juego que él había comenzado, los espasmos cada vez eran más y más grandes.
Cuando ella no pudo más, se giro hacia él. Le dedico una mirada mezcla de sonrisa, deseo y amor. Y sujetándolo por las manos, tiro de él hasta que sus labios se juntaron. Lo que vino después es sencillamente indescriptible.
El resto del día, paseos, miradas, sonrisas, gestos de complicidad y besos, muchos besos.


2 comentarios:

  1. Una bella, sensual y dulce historia de amor que estaré pendiente de conocer su continuación.

    Un beso.

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  2. cómo que fin????

    ay no, yo quiero que siga la historia!!

    Mexicanita

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