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domingo, 30 de septiembre de 2012

Una Historia de amor



El viaje

No se lo pensó mucho, es mas lo había decidido en 10 minutos. Tenía que ir a verte. Así que se fue a una agencia de viajes y pidió toda la información posible, vuelos, horarios, moneda, clima, etc. El resto lo miraría en internet.  Tenía un vuelo Santiago-Mendoza al día siguiente, así que, sin más miramientos reservó el billete.
El vuelo duro 18 horas y cuarenta y cinco minutos, tiempo en que se iba imaginando como serias, como te encontraría. ¿Qué cara pondrías por semejante locura?, pero él sabía que valdría la pena. ¿O no? Había intentado por todos los medios sonsacarle información, la zona por donde vivías, aunque eras bastante hermética, solo sabia tu nombre, un apellido, y una calle, pero quería que fuera una sorpresa de principio a fin, en una libreta anotó algunas cosas que le podrían ser necesarias, hotel cercano, etc.
Al llegar al Aeropuerto Internacional  Gabrielli F.J de Mendoza, cogió su bolsa de viaje y se dirigió a una parada de taxis. Le dijo al taxista que le llevara al hotel Gran Mendoza, cerca de la plaza de la Independencia, este asentó con la cabeza, y se puso en marcha, fueron los aproximadamente 10 o 11 km más largos de su vida, iba mirándolo todo, sin perder detalle de lo que veía.
Una vez en el hotel, subió a la habitación y me dio una larga y relajante ducha, el viaje había sido eterno.
Ahora solo tenía que encender su ordenador, abrir el chat y esperar a que apareciera, pero de repente pensó ¿y si hoy no se conecta? ¿Y si mañana tampoco? Bueno, haré turismo, pensé para sí, pero decidió centrarse en que tú te conectaras.

Con muchos, muchísimos nervios,  abrió el chat, puse su NIC y un “HOLA SALA”, en mayúsculas, necesitaba ser visto por ella lo antes posible, buscó cuantos global había, jo dijo, hay mogollón, ¿Será alguno de esos? Estoy en sus manos, así que decidió esperar tu respuesta, tu saludo.
Pasó la tarde pegado al portátil, esperando ese hola, pero nada. Bajó a cenar algo a un pequeño restaurante cerca del hotel, estaba cansado y quería irse pronto a dormir. Al día siguiente, después de desayunar, salió a conocer la ciudad. Cerca del hotel está la Plaza de la Independencia, un sitio tan grande como hermoso, con el paseo Peatonal Sarmiento, un lugar delicioso, allí la gente pasea por sus calles peatonales, con sus jardines, pérgolas y sus fuentes, también hay numerosos cafés y pubs, confiterías, terrazas al aire libre, un lugar precioso, con lo que se pasó allí casi toda la mañana. Antes de comer se acerco al  Museo Municipal de Arte Moderno, quería ver algo de la cultura de este país.
Después de comer, en un pequeño pero agradable restaurante, regresó al hotel, descansaría un poco antes de conectarse, no le daba pasado el tiempo. Durmió 15 minutos recostado en el sofá con el portátil encendido y conectado, por si escuchaba el CUAC que tanto anhelaba oír.
Ya despierto y atento a la pantalla, espero y espero, pero nada, tú no aparecías, había miles de global, pero ninguno eras tú, pasaban las horas y su estado anímico comenzaba a desfallecer, empezaba a pensar que aquello había sido una locura del 15. No tenia billete de vuelta hasta dentro de 5 días, con lo que tenía que quedarme si o si, pero triste, sin ti.
Cambió de táctica, cogió una pequeña mochila, en ella metió su documentación, tarjetas de crédito, el portátil, el móvil y todo lo necesario para pasar prácticamente el día fuera del hotel, al que solo iría a dormir. Decidió conocer la cuidad, empaparse de ella de sus museos, de sus rincones más acogedores, de su gente, de su melosa forma de hablar y quizás, aunque sin darse cuenta, de tu aroma.
Dedicaba las mañanas a hacer turismo errante y por la tarde buscaba una cafetería que tuviera wifi y un ventanal, allí, conectado, mientras esperaba ese CUAC, te escribía cartas, te soñaba, te imaginaba, pasaba las horas, viendo a la gente, ¿será esa? Ojala, se decía, ¿Por qué diablos no se conecta? ¿Dónde estará? Solo deseaba escuchar ese “hola cielo”
Pasaron los días, visitó el Parque General San Martin, con su Cerro de la Gloria, el Museo del Arte Fundacional, el Acuario Municipal y Serpentario y muchas, muchas cosas más. Pero no vió lo que más necesitaba ver, a ti.
El viaje de vuelta fue más largo todavía, las horas iban más despacio, su cabeza iba por un lado y él por otro, pensaba en su error, en esa locura, en ese viaje, pensaba en ti.






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