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martes, 14 de agosto de 2012

Mis veranos


Son las siete de la mañana, la luz comienza a colarse por entre las rendijas de la persiana que siempre y por costumbre, dejo bastante abierta. Me levanto, voy al baño, me aseo, me pongo la ropa de deporte, los cascos, enciendo el mp3 y salgo a la calle.
A las siete y media, voy viendo como el sol asoma por él horizonte, los yates en club náutico se mecen tranquilos al compás del escaso oleaje. La caminata comienza y poco a poco voy cogiendo el ritmo, un andar cada vez más rápido y acompasado. Son dos horas de caminata, en las que al principio apenas me encuentro con gente, alguno que otro que incluso ya saludo por que coincidimos cada día, la chica que reparte el pan en el pueblo vecino. Los chicos que limpian la playa, esperan a que el tractor con su rastrillo haga su parte, luego ellos harán el resto. Es el comienzo de una nueva jornada.
Ya de regreso, cerca de las diez, el paseo, antes tranquilo, ahora se ha convertido en un hervidero de gente, deportistas, caminantes,  incluso de playeros tempraneros.
Todos van enfundadas en sus chándales, con sus zapatillas y sus mp3, algunos, los más modernos, llevan artilugios sujetos la brazo que me imagino que les va dando ánimos y al final de la caminata les da una serie de datos estadísticos de las calorías que han quemado.
Están los que corren, esos que sudan la gota gorda, la pandilla de señoras que nunca falta, ellas en vez de chándal, llevan los mandilones de andar por casa.
También van, como no, las niñas conjuntadas, con su chándal ajustado de color negro o rosa, eso sí, siempre a juego con el carmín de labios que en ese momento llevan puesto.
La pareja de mayores que caminan de la mano, a su ritmo, sin prisa, hablando de sus cosas y contemplando el paisaje. También tenemos a las que cada día de paso que caminan, les llevan trozos de pan a los patos.
No falta tampoco la chica que en vez que mp3 lleva el móvil y siempre, siempre va hablando con alguien, supongo que es la mejor hora para ello.
Al llegar a casa, un vaso de menta poleo muy frio, me quita la sed, preparo el café y mientras éste se hace, la rubia a mi lado y moviendo el rabo, me está pidiendo que la baje a la calle.
Luego, desayuno con mucha calma, con toda la que puedo, después, enciendo el ordenador y mientras escucho música, escribo estas pequeñas vivencias que me vienen a la cabeza mientras camino.
Y así es como comienzo un día cualquiera en vacaciones, el resto del día, es mucho más normal.

3 comentarios:

  1. Me encanta leerte, gracias por permitirme conocer tu espacio!!!

    D.M.H.F.

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    Respuestas
    1. jajajaja este anónimo era yo antes de tener mi blog...gracias a ti deje de serlo.

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  2. Verano... el tiempo se detiene entre las amapolas que miran la paz de los caminos de luz y de gente.

    Un beso.

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