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martes, 7 de agosto de 2012

Mi abuelo Agustín

Hace muy poco, fue el Día Internacional de los Abuelos y yo ya tenia escrita esta carta, en aquel momento pensé en colgarla pero he  preferido dejarla para lo que la escribí, para la Primada, que será dentro de poco. Para ese día, escribí este pequeño homenaje a un hombre al que yo tenía un especial cariño, mi abuelo Agustin.
Era un hombre al que yo adoraba. No tengo malos recuerdos de él, quizás yo era pequeño y vivía en mi nube particular, pero todos mis recuerdos de él son y quiero que sigan siendo, geniales.
De pequeño, cuando mis padres por motivos de salud, tenían que ausentarse; irse a Madrid, a los que vivíamos con ellos, nos colocaban en casa de los familiares. Javier se iba con el tío Pepe Alonso, Mª Julia  con la tía Mercedes,  y Cándido  y yo nos íbamos  con él, con el abuelo Agustín, a mi me encantaba.  Luisa como era demasiado pequeña, se iba con ellos.
Recuerdo sus ejercicios de gimnasia cada mañana, los yupas de anís en la manzanilla de después de cenar, el pollo que me hacia la tía Julia, mmm todavía tengo aquel sabor en el recuerdo. Iros para la cama nos decían, después de cenar, siempre nos íbamos sin rechistar porque sabíamos que a los cinco minutos los dos estaban dormidos, así que solo teníamos que arrastrarnos por el suelo, nos poníamos debajo de la mesa y sin hacer ruido veíamos la televisión.
De cine eran los viajes a Santiago en el autobús, a comprar algunas piezas o a alguna revisión. También  íbamos felices a alguna excursión en el vapor.
Las aventuras que me imaginaba cuando jugaba en la terraza y en el fallado de su casa. La tía lolita que escuchaba la radio nada mas despertarse, toda la casa amanecía al son de las noticas, creo que ese vicio lo adquirí de ella, nunca se lo dije.
También recuerdo cuando iba a verlo a la oficina, después de darme un beso, me daba algunas matrices de los tiques, me sentaba en una mesa y yo ya quedaba contento. O cuando llevaba mi bicicleta a reparar al garaje, allí alguno de los conductores, siempre se prestaba a echarme una mano.
Recuerdo con mucho cariño el viaje a Cualedro con ellos, “que noche la de aquel día”. Yo estaba en Santiago, a donde iba a pasar temporadas con la tía Julia, con la tía Lolita y con mis hermanos “los mayores”. Los abuelos camino de Orense, pasaron por casa ¿quieres venir a Cualedro me dijeron? sin pensármelo dos veces me apunte; el viaje fue eterno, caluroso y espeso, pero valió la pena. La matanza, la aldea, todo tenia para mí un encanto especial, iba con mi abuelo y eso, para mi, era más que suficiente.
El susto que le dio aquel tritón que queríamos domesticar, cuando escapo y lo encontró la abuela debajo de un armario, cubierto de polvo a modo de abrigo.
Y como no, las comidas en la playa del Castro. Cada vez que veo las fotos, me vienen a la memoria aquellas fiestas familiares que tanto nos gustaban.
Estoy seguro que si  no hubiera tenido un abuelo como el abuelo Agustín, me lo inventaría.

1 comentario:

  1. Estoy de vacaiones, apenas tengo tiempo para conectarme. A partir del 20 de agosto vuelvo a mi vida normal.
    Gracias

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