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martes, 3 de abril de 2012

Lección de ternura


Tenía cita a las nueve y cuarto pero llegue a las ocho y media. Nada más llegar, me fui al mostrador de cardiología y entregue mi cita, pero una enfermera justo en ese momento se acerco y pregunto en alto si había alguien que no estuviera anotado, me gire y le dije yo, acabo de llegar; dime tu nombre, se lo di, miro en la lista y me dijo, si, aquí estas, ven conmigo te voy a hacer un electro.
La seguí hasta una habitación y al llegar me dijo, quítate la camisa y acuéstate en la camilla. Así lo hice. Me puso ese montón de pegatinas a las que luego enganchan unos cables y me dijo; ahora no te muevas y le dio a un botón, al poco la maquina se puso a imprimir el resultado. Acto seguido, comenzó a quitar todos los cables y sus respectivas pegatinas y antes de irse me dijo, ya esta, vístete y esperas en esa sala, te llamaran de la puerta número dos. Gracias le conteste, me vestí y me dirigí a la sala de espera. Había bastante gente, pero quedaban asientos vacios. Ocupe uno.
La gente, hablaba de sus cosas, se oía ese típico runrún pero no era molesto. De vez en cuando, se escuchaba ese timbre que precede a la llamada a consulta para alguna de las personas que allí estábamos.
No había pasado mucho tiempo cuando llegaron dos viejecitos, una pareja; ella caminaba muy despacito, con pasos muy, muy cortos sujeta del brazo de su marido, que no andaba mucho mejor, pero se les veía algo. Se dirigieron a unos asientos y el la ayudo a sentarse, luego le arreglo la chaqueta, le paso la mano por la cara y algo le dijo al oído, ella asintió con una sonrisa y él se sentó a su lado. Le cogió la mano y allí, esperaron un ratito hasta que una enfermera salió y dijo Juana, no recuerdo el apellido. Era ella, así que él se levanto lo más rápido que pudo y la ayudo a incorporarse, con todo el cuidado y mimo del mundo. La sujeto por el brazo y juntos se metieron en el despacho.
Pasaron unos minutos, no más de diez y salieron; la misma escena, ella a su ritmo y el pendiente de ella, sujetándola, cuidando que no tropezara o no se cayera.
De vez en cuando él se levantaba y arreglaba el aspecto de ella, lo hizo un par de veces, luego se volvía a sentar y la cogía de la mano. La miraba y le decía algo que yo no alcanzaba a oír, tampoco era mi intención, pero me imagino que le decía ¿estás bien? Ella contestaba con una sonrisa.
Yo no hubiera escrito sobre esto si el otro día charlando con una amiga bloguera, en fase de bajón, me dijera que no sabía que escribir, si sabes, le dije, solo tienes que abrir los ojos y el corazón y para demostrárselo le narre este episodio que he vivido en un hospital cualquiera, un día cualquiera. Le describí la ternura, el mimo, el amor de una pareja de ancianos que se quieren como el primer día.

I.L.S.




2 comentarios:

  1. Que ternura de relato!!!
    Sabes? a mi ver parejas así, me emociona y me da un poco de envidia ( de la sana eh???)
    Besitos en el alma
    Scarlet2807

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  2. Me encanta este escrito y me hace pensar que vale la pena soñar...gracias por compartirlo...un beso

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